domingo, 28 de abril de 2013

Editorial
Este es el relato de un road-trip express, un día que amanecía a las 6.30 de la mañana en Soria, nuestro punto de salida y de operaciones durante los cinco días de la Semana santa, desconectado de la gran ciudad.



Disfruta de la ruta
Destino: Dueñas, Palencia | Duración del viaje: Aprox. 3 horas en coche | Distancia: 250km
Tras consultar en gmaps las posibles rutas nos decidimos por la más romántica, carreteras nacionales (N-122), provinciales y comarcales, 50km menos que su alternativa pero con una duración estimada de 15 minutos más, elegimos esta para tener un contacto directo con el espacio y hacer el camino más entretenido con las bonitas vistas que nos deparaban las tierras de Castilla. La ruta más práctica es ir de Soria hasta Burgos y desde allí enlazar con la A-1, la autovía que te deja directamente en Dueñas. 




Tres horas atravesando los queridos Campos de Castilla, campos de cereales decorados con el verde intenso del despunte de los primeros trigos, algunos de ellos anegados por un agua que no paró de caer durante toda la semana santa y que llevaba remojando los prados desde inicios del mes de Marzo, de manera fuera de lo común. Por supuesto en nuestro viaje no faltó el agua, acompañándonos los primeros kilómetros, pero tras varias tormentas difuminadas por el sol salió un bonito arcoíris, estampa idílica de paisaje de ensueño, mientras transitábamos por una nacional desértica a esas horas. Una vez en Aranda el tiempo mejoró y ya no llovió hasta que llegamos a Dueñas. Desde los últimos pueblos de Soria comenzó a cambiar el paisaje, sustituyendo los campos de cereales por viñedos que todavía no despuntaban. A partir de Aranda de Duero, nos adentramos en la ribera del Duero más profunda, campos y campos de viñedos a un lado y al otro de la carretera que alcanzaban hasta mas allá de lo que podía captar el ojo humano.

Tras dejar atrás un cruce de caminos, entramos ya en la comarca del Cerrato: Cevico navero, Cevico de la torre... hasta llegar por fin a Dueñas, accediendo por el puente que se alza sobre el rio Pisuerga. Al otro lado un enorme botijo nos daba la bienvenida.



Media maratón
Aparcamos a las afueras del pueblo, aunque esto no fue impedimento para acceder con rapidez a la zona de recogida de dorsales, situada en la Plaza del Ayuntamiento. Iniciativas como esta dinamizan estos pueblos y es que participaron casi 300 corredores, muchos llegados desde pueblos y provincias cercanas (salamanca, Burgos, Ávila…).
Para esta edición los precios iban desde los 5 hasta los 10 euros, precios populares dependiendo de la fecha de la inscripción. Gran sorpresa que por esa cantidad nos dieran una bolsa de corredor bastante animada, con camiseta, barritas, un libro editado por el Ayuntamiento de Dueñas y chocolate Trapa, que se fabrica en las instalaciones que tiene la empresa chocolatera a las afueras de Dueñas.

Del recorrido sabíamos antes de empezar la prueba, que gran parte discurría paralelo al Canal de Castilla y que se llegaba hasta Villamuriel de Cerrato para ahí dar la vuelta y regresar de nuevo a Dueñas, pero desconocíamos dos emboscadas que se escondían en el mismo. La primera de ellas un repecho al salir del pueblo, por callejuelas estrechas y empedradas que si bien se hacía llevadero por ser el inicio, podía pillarte desprevenido como le ocurrió a Greta. Antes del comienzo un vecino del pueblo nos avisaba sobre los muchos charcos del camino de tierra y decidimos no arriesgar con las bambas, saliendo a correr con unas de batalla (grave error…). En realidad el circuito tenia charcos, si, pero bastante aislados y que estando atento se podían esquivar con cierta facilidad. A poco menos de un kilómetro para llegar a meta el segundo de los repechos,este más corto pero con mucha más pendiente, tanta que Greta tuvo que parar en seco (cosa poco habitual en ella) para después arrancar al cabo de unos segundos. Los últimos metros eran un baja y sube para llegar con mucho público a la meta, donde un speaker citó nuestros nombre al llegar.
La carrera estuvo bien organizada, sin chips de control de tiempo pero con jueces en varios puntos del recorrido que garantizaban el buen cronometraje. Un punto a mejorar sería el avituallamiento final, puesto que cuando llegamos nosotros (media tabla hacia atrás) ya no quedaba agua y tuvimos que apañarnos para hidratarnos con naranjas partiéndolas a bocados ya que no había cuchillos para cortarlas. Unos plátanos y sobretodo unas pastas típicas del pueblo compensaron el caos. Otro aspecto que requiere de mayor atención para próximas ediciones es la zona de duchas, situada algo lejos del epicentro de la prueba, el problema fue que no había señalado ningún vestuario femenino, y las pocas chicas que se querían duchar lo tenían un poco difícil. 




 
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